Explicando el Posmodernismo: Richard Rorty

«La diferencia entre las personas y las ideas es… sólo superficial.«

Richard Rorty 


 Por Miguel Endara*

En nuestros días, el postmodernismo se está convirtiendo o ya se ha convertido en una perspectiva filosófica influyente en los Estados Unidos, Europa y crecientemente en países latinoamericanos. El postmodernismo es una teoría epistemológica, una teoría del conocimiento, que asume que las ideas u otras teorías no deben ser consideradas como entidades aisladas o autosuficientes.

Por el contrario, las ideas deben ser entendidas dentro de su propio sistema de referencia, porque todas las ideas encajan dentro de un mayor contexto interpretativo total. De este modo, las ideas son inconmensurables, no pueden ser comparadas entre sí.

Partiendo de este argumento, algunos posmodernistas afirman que las comunidades lingüísticas individuales están a cargo de buscar la verdad para ellas mismas, como se entiende dentro de los sistemas particulares de referencia que han adoptado. Por lo tanto, desde la perspectiva postmoderna, no podemos afirmar que ninguna ley moral o teoría de moralidad sea verdadera en sí misma. Por el contrario, estos asuntos deben ser resueltos dentro de las comunidades de las cuales han derivado.

La niebla del escepticismo con respecto a la verdad objetiva es especialmente densa cuando se lidia con asuntos metafísicos, especialmente porque algunos filósofos posmodernistas y contemporáneos creen que el filósofo alemán Emmanuel Kant terminó por desacreditar gran parte de esta corriente filosófica.

Uno de los filósofos posmodernos contemporáneos más conocidos es Richard Rorty[1]. Rorty es bastante escéptico en cuanto a lo metafísico y a la idea de la existencia de esencias, como la naturaleza humana. Rorty defiende su postura, llamada el antiesencialismo, en su popular artículo, “Un mundo sin sustancias o esencias”. [2] En la siguiente parte, explicaremos por qué la filosofía de Rorty, como un representante del postmodernismo, falla en argumentar convincentemente en contra de la existencia de la naturaleza humana.

Rorty comienza argumentando que las distinciones heredadas de los antiguos filósofos griegos con respecto a la esencia y a lo accidental, a la sustancia, y a la propiedad, junto con las apariencias y la realidad deberían ser remplazadas por el panrelacionismo.[3] Según este enfoque, los objetos que constituyen la imagen del mundo, o la manera por la cual vemos o entendemos al mundo, son dinámicos, y se encuentran en un estado de relaciones constantemente cambiantes.

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De acuerdo a Rorty, todas las cosas están en constante flujo, y solo podemos entenderlas mediante un lenguaje sumamente subjetivo, que se encuentra a su vez mediado por prácticas lingüísticas ligadas a necesidades humanas y prácticas sociales. Alternativamente, no deberíamos considerar al lenguaje como un juez de la verdad, ya que lo usamos de acuerdo con nuestras prácticas lingüísticas que están al servicio de nuestras necesidades particulares y costumbres.

Nunca vamos a ser capaces de prescindir del lenguaje, nunca vamos a ser capaces de comprender la realidad que no se encuentre mediada por una descripción lingüística… Nuestras prácticas lingüísticas están tan ligadas a las demás prácticas sociales que las descripciones que hacemos de la naturaleza y de nosotros mismos serán siempre una función de nuestras necesidades sociales.[4]

Entonces, si todas las cosas se encuentran en un estado de flujo debido a que las prácticas lingüísticas y sociales se basan en las necesidades humanas, la»naturaleza» y la «realidad» están enterradas tan profundamente que no pueden ser expuestas. En este caso, la «naturaleza» y la “realidad”se convierten meramente en «nombres para algo desconocido».[5] Por lo tanto, vemos que el lenguaje «no es un medio de representación» del mundo, ya que es inútil al representar con precisión la realidad.[6]

Una vez que despojamos al lenguaje de su rol de mediador de la representación, la dicotomía entre conocer las cosas y usarlas, se disuelve.[7] No podemos conocer las cosas porque el lenguaje no posee la capacidad de representarlas con precisión. Entonces, la función del lenguaje se reduce a describir las cosas de manera utilitaria. En este contexto, conocer algo significa que nuestra descripción de tal objeto es útil para nosotros en alguna manera. Esto implica, que no podemos decir fundamentadamente que las cosas posean relaciones intrínsecas y extrínsecas.

Por ejemplo, las esencias, que son consideradas entre otras cosas como constituidas por un grupo de relaciones intrínsecamente coordinadas, tales como la relación entre los sentimientos, los deseos, los estados mentales, y el cuerpo, en el caso de la naturaleza humana, no pueden ser diferenciadas de las relaciones externas, como las que existen entre los seres humanos y otros objetos.

Aquí, Rorty señala que todas las relaciones se encuentran en pares una con otra, ya que están en gran manera mediadas por prácticas lingüísticas y sociales y necesidades humanas, dado que las relaciones tienen que ver más con las exigencias humanas que con cualquier otra cosa.

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Rorty emplea los números como ejemplos paradigmáticos de su panrelacionismo. Los números no sólo que no tienen una naturaleza intrínseca, sino que además son descritos en términos puramente relacionales. Por ejemplo, el número 17 no es nada más que un grupo de relaciones con otros números. El número 17 es «menos que 22, más que 8, la suma de 6 y 11, la raíz cuadrada de 289, el cuadrado de 4,123105, la diferencia entre 1.678.922 y 1.678.905».[8]

De acuerdo a Rorty, no hay nada más sobre el número 17 que estos tipos de relaciones. «Hay, por así decirlo, tantas relaciones para abajo, para arriba, y en todas las direcciones». [9] Entonces, vemos que la descripción del número 17 es íntegramente reducible a su relación con otros números; notamos además que la manera «correcta» de describir el número 17 depende de los propósitos que uno tenga en mente. Es en este sentido que el número 17 es panrelacional y se encuentra en un estado de flujo.

En otro ejemplo, Rorty emplea la noción de una mesa. Podemos decir, con respecto a la mesa, que «es rectangular, es café, es fea, hecha de un árbol, más pequeña que una casa, más grande que un ratón, menos luminosa que una estrella, y así.» [10] Como en el ejemplo del número 17, la mesa está totalmente definida por sus relaciones con otras cosas y la descripción «correcta» se encuentra solamente en el propósito para el cual fue descrita. Igualmente, las mesas carecen de esencias.

Para el objetivo de este capítulo, el caso más apropiado que Rorty nos da tiene que ver con la naturaleza humana. Rorty, encuentra problemas para aceptar la idea de que los seres humanos poseen razonamiento, por ejemplo, como parte de su naturaleza. Afirmar que los seres humanos poseen razonamiento implica que ellos son conocedores y no simplemente usuarios, lo cual significa que poseen una facultad.[11] Pero Rorty no admite nada de esto. Rorty afirma que los humanos no tienen una naturaleza intrínseca y por lo tanto no pueden poseer la facultad de la razón.[12] Sin embargo, Rorty admite que los seres humanos son seres únicos.

«Los seres humanos normales, adultos, socialmente aptos y entrenados, se encuentran en un grupo único de relaciones. Estos seres humanos son capaces de utilizar el lenguaje, y, por lo tanto, son capaces de describir objetos. Hasta donde conocemos, nada más es capaz de describir objetos.» [13] Entonces, parece ser que podríamos atribuir a los humanos un grupo único de relaciones que les permite realizar ciertas acciones, tales como usar el lenguaje. De todas maneras, no podemos inferir que este comportamiento sea deba a que la naturaleza humana posea la capacidad del razonamiento, ya que el lenguaje no puede ir tan lejos.

En resumen, Rorty nos dice que no hay manera de escudarse tras el lenguaje, por así decirlo, para descubrir cosas como la «verdad» y la «realidad». Lo único que tenemos a nuestra disposición es un lenguaje que se encuentra fuertemente conectado, y, por lo tanto, significativamente modificado por las prácticas lingüísticas y sociales y las necesidades humanas.

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Dadas estas propuestas, la dicotomía entre los aspectos accidentales y esenciales de los objetos, incluyendo a los seres humanos, se desvanece. Todo lo que los seres humanos podrían hacer es describir de manera no objetiva las multitudinarias relaciones que existen entre los objetos, para referirse a relaciones contingentes.

En otras palabras, las descripciones de las relaciones entre los objetos están únicamente basadas en el «valor efectivo» o la utilidad que estas poseen en ese momento. Por lo tanto, no podemos hablar significativamente del esencialismo.

Existen por lo menos dos problemas importantes con los argumentos de Rorty. Primero, el argumento es indeterminado en tanto no provee un soporte completo para sus conclusiones. A pesar de que los razonamientos de Rorty son convincentes en los ejemplos numéricos e incluso en el caso de la mesa, no son tan obvios cuando se aplican a la naturaleza humana. Así mismo como es verdad, en alguna manera, que la imagen del mundo es la de un «flujo de relaciones constantemente cambiantes,» existen límites predefinidos por el tipo de objetos en consideración.

Por ejemplo, mientras podríamos estar de acuerdo en que el número 17 tiene un grupo infinito de posibles relaciones con otros números, este grupo infinito no incluye cada tipo de relación, como aquellos de color y textura en el caso de las mesas. Mientras la mesa es café y dura, el número 17 no puede ser descrito como café y duro, excepto, tal vez, si se habla metafóricamente.

Correspondientemente, el posible grupo de relaciones que se dan entre los seres humanos y otros objetos, a más de ser infinito, es predefinido por la naturaleza humana. Los seres humanos poseen la capacidad del lenguaje, por ejemplo, mientras que los números y las mesas no. En este punto, Rorty quisiera recordarnos que los seres humanos son panrelacionales porque podemos establecer un número infinito de relaciones con respecto a ellos como, «él se encuentra a la izquierda del árbol» o «ella tiene cabello rubio» o «el escribe ensayos filosóficos.»

De todas maneras, incluso si los seres humanos se encuentran de una manera panrelacional frente a los otros objetos, esto no incluye cada tipo de relación que se pueda dar entre los humanos y otros objetos. Además, estas relaciones podrían estar fuera de los propósitos presentes y útiles o pragmáticos para los cuales son empleados.

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Para contrarrestar lo que Rorty asegura, podríamos observar al «grupo único de relaciones» con respecto a los seres humanos y preguntarnos si estas relaciones podrían caber en ciertas categorías que están fuera del propósito utilitario inmediato. Por ejemplo, por un lado, solo los seres humanos usan el lenguaje, escriben ensayos filosóficos, describen objetos, etc.

Por otro lado, las relaciones de encontrarse a la izquierda de un árbol, tener cabello rubio, alimentarse, etc., son compartidas por muchos otros seres. Si tomamos en cuenta que los humanos poseen un «grupo único de relaciones,» como el mismo Rorty propone, no hay razón alguna para descartar un análisis inductivo que propicie las condiciones necesarias para que se den esas relaciones únicas. En tal caso, tampoco es ilógico o irrazonable postular que los seres humanos poseen un grupo único de capacidades que explican el «grupo único de relaciones.»

Más aún, si es posible atribuir un grupo único de capacidades a los seres humanos, esta atribución implica que ellos deben poseer algo en común que dé cuentas por tal atribución única, y esta es la naturaleza humana.

Resumamos nuestro primer argumento en contra, Rorty asegura que el grupo de relaciones que se dan entre los seres humanos y otros objetos están fuertemente mediados por el lenguaje, las prácticas sociales, y las necesidades humanas a tal punto que ellas enmascaran o incluso borran la distinción entre las características esenciales y accidentales.

Pero esto no se puede verificar, ya que algunos objetos se encuentran mediando, incluso fuertemente, nuestra descripción del mundo, y no es posible realizar distinciones entre los aspectos esenciales y accidentales de los seres humanos en términos de un análisis inductivo.

Más aún, incluso si nuestro entendimiento de estas características esenciales es defectuoso debido a la inseparable mediación que acompaña a la descripción, no podríamos concluir que el descubrimiento de la naturaleza humana está fuera de nuestro alcance. En este sentido, el argumento de Rorty en el que niega la posibilidad de hablar significativamente sobre las esencias, y la naturaleza humana en particular, debilita o al menos no sostiene completamente su conclusión.

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En segundo lugar, Rorty debilita sus propios argumentos. Al asegurar que el panrelacionismo se da entre todos los objetos y que este hecho borra tales distinciones como las que existen entre esencia y accidente, sustancia y propiedad, y apariencia y realidad, Rorty se embarca en un mar de relativismo epistemológico, sin un rumbo definido.

En un inicio asegura que Darwin nos ha dificultado postular a las esencias y luego, en la siguiente página, se retracta, hasta cierto punto, de estas afirmaciones, ahora invocando al relativismo epistemológico:

Pero, una vez más, deberían darse cuenta de que sería inconsistente con mi propio antiesencialismo tratar de convencerlos de que la manera Darwiniana de pensar sobre el lenguaje – y por extensión, la pragmática manera Deweyiana de pensar sobre la verdad – es el camino objetivamente verdadero. Todo lo que puedo decir es que es un camino útil, útil para propósitos particulares.[14]

¿Qué debemos hacer con tales cosas a la luz del relativismo epistemológico de Rorty? El comentario sobre el Darwinismo que asevera que estas cosas son meramente «útiles para propósitos particulares», ¿se aplica también a las demás afirmaciones de Rorty? Si este es el caso, ¿qué entonces deberíamos hacer de la «realidad» de cosas tales como las «prácticas lingüísticas”, las «necesidades sociales», y el «panrelacionismo»? ¿Deberíamos considerar las ideas asociadas con estos términos como meramente útiles a la comunidad lingüística de Rorty, la comunidad de filósofos posmodernos y pragmáticos?

Estas afirmaciones de mera utilidad debilitan otras afirmaciones de Rorty, ya que no podemos conocer la verdad de estos asuntos. Si es así, deberíamos entender al antiesencialismo de Rorty no como algo verdadero sino como algo «útil para propósitos particulares,» por nombrar alguno, aquellos asociados con filósofos de su clase.

Más aún, si tomamos seriamente las afirmaciones de Rorty, podríamos cuestionar incluso que él esté en capacidad de saber si sus afirmaciones con respecto a la utilidad de las descripciones lingüísticas sirven o no para ciertos propósitos. En otras palabras, el estado de «utilidad» parece describir un estado objetivo de realidad. Sin embargo, ya que no podemos conocer la verdad, que incluye estados objetivos de la realidad, tampoco podemos conocer la utilidad de las descripciones lingüísticas.

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Para ser consistentes con Rorty, debemos considerar las declaraciones con respecto a la utilidad de las descripciones lingüísticas como meros resultados de las exigencias del lenguaje y de las prácticas sociales de Rorty.[15]

Por ello, ya que Rorty contradice sus propias observaciones como ya se indicó, el esencialismo no se encuentra amenazado por lo que dice. Por el contrario, sus razones para negar el esencialismo son, en el mejor de los casos, meramente útiles dentro de ciertas comunidades lingüísticas limitadas, y, en el peor de los casos, incoherentes, ya que presentan su propia descripción del mundo que por estar tan fuertemente mediada no puede ser entendida por el resto de nosotros que no pertenecemos a su comunidad lingüística.[16]

Por lo tanto, los argumentos de Rorty en contra del esencialismo son indeterminados y se contradicen entre sí. Esto significa que Rorty, y por implicación, otros postmodernistas que emplean argumentos similares fallan en defender convincentemente el antiesencialismo, y por lo tanto, fallan en argumentar la inexistencia de la naturaleza humana.


*Este análisis sobre la filosofía de Richard Rorty es directamente tomado de las clases de filosofía del profesor Miguel Endara. El cual es el autor original del texto. Su apasionado acercamiento al problema de la naturaleza humana desde el posmodernismo nos alentó a publicar sus escritos, además de otras críticas sobre la concepción darwiniana de la libertad.


Bibliografía

[1]     Rorty, se sitúa a sí mismo de todas maneras dentro de una teoría filosófica conocida como pragmatismo, la idea de que el conocimiento está relacionado con la práctica. Esto es que, la humanidad posee el conocimiento cuando este lleva a resultados prácticos. El conocimiento, entonces, no se relaciona con la verdad en sí misma, pero sí con aquello que funciona acorde a las necesidades y deseos humanos particulares.

[2]     Richard Rorty, «A World without Substances or Essences» in Philosophy and Social Hope (New York: Penguin, 2000), 47-71.

[3]     Ibid., 47. La idea «griega» de sustancia comúnmente se refiere a aquello que sustenta las propiedades o características de seres vivos e inertes. Las propiedades son aquellas intrínsecas en una sustancia. Por ejemplo, si digo que el árbol es de color café oscuro, aseguro que el color café oscuro es propio del árbol. El color café oscuro es entonces una propiedad del árbol. El término «accidental» se refiere a las propiedades que delimitan una sustancia, pero no son esenciales a esta. Entonces mientras el tronco del árbol puede ser una característica esencial, el color café oscuro no lo es. Por lo tanto, el color café oscuro es una propiedad accidental del árbol. Podríamos decir también que el árbol tiene otras propiedades accidentales tales como el número de hojas, su altura, su ancho, etc.

[4]     Ibid., 48.

[5]     Ibid., 49.

[6]     Ibid., 59.

[7]     Ibid., 50.

[8]     Ibid., 53.

[9]     Ibid., 53-4.

[10]    Ibid., 55.

[11]    Ibid., 63.

[12]    Ibid.

[13]   Ibid.

[14]    Ibid., 65.

[15]    A pesar de que Rorty argumenta a favor del relativismo epistemológico concerniente al conocimiento de los objetos fuera del lenguaje, él no obstante escribe sus posturas filosóficas en papel y las envía para que sean publicadas para que otros las puedan leer. Estas acciones suponen por lo menos que Rorty cree en la existencia de objetos tales como los instrumentos de escritura, el papel, una casa editorial, otras personas, etc. En otras palabras, a pesar de que Rorty argumenta a favor del relativismo epistemológico, actúa contrario a sus afirmaciones. Para más información sobre este tipo de argumento, vea, Stanley L. Jaki, Means to Message: A Treatise on Truth (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1999).

[16]    A pesar de que he desarrollado por mí mismo las críticas expuestas anteriormente al antiesencialismo de Rorty, mis argumentos no han sido ideados por mí, ya que me he informado de otros que han escrito argumentos similares en contra de Rorty. Para más información sobre este tipo de críticas en contra de muchos aspectos de la filosofía de Rorty, incluyendo su antiesencialismo, vea Robert B. Brandom, ed., Rorty and his Critics (Malden: Blackwell Publishers, 2000).

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