Mamatoco: Un nocaut en la historia de Colombia

«¡Se ahogan en sangre y en lágrimas. Y con ese nuevo cemento,
hecho con sangre de Mamatoco y con lágrimas presidenciales,
pretenden pegarse al poder. ¡Veinte familias «caritativas»!
¡Ánimo, atizadores de la revolución!
«

Fernando González


La investigación de unas de las muertes más famosas en Colombia comenzó hace más de medio siglo, con en el extinto periódico «El Siglo», de línea conservadora, cuando todos los días a ocho columnas se preguntaba al público y a la opinión general «¿Por qué mataron a Mamatoco?»

Pero esta no era una simple pregunta sobre un hecho particular, sino que Laureano Gómez, el director del periódico mencionado, sabía que al publicar en el titular de primera página este interrogante social, crearía un ambiente de oposición contra el entonces presidente de Colombia Alfonso López Pumarejo y su eslogan de «República Liberal.»

El asunto de la extraña muerte de un boxeador costeño, apodado «Mamatoco» y que fue noticia durante muchos meses en el país, contenía la semilla de la discordia política entre Conservadores y Liberales de mediados del siglo pasado, y que años después germinaría con la dimisión del presidente López, la muerte de Jorge Eliecer Gaitán y posteriormente con el exilio del mismo Laureano Gómez a España, cuando Mariano Ospina Pérez asumió la presidencia Liberal. La pregunta insistente y sin respuesta de un homicidio misterioso en la capital de la República, resuena desde 1943 hasta hoy pleno siglo XXI sin ninguna voz que testifique o esclarezca la verdadera causa detrás del hecho que conmocionó a la nación.

Pero, ¿quién fue Mamatoco y por qué su muerte dividió al país?

Hay que empezar por un informe que Edgard Hoover, el director del FBI envío al gobierno de Colombia, donde anunciaba un posible golpe de Estado en contra Alfonso López Pumarejo. El comunicado interno contenía nombres de sacerdotes, militares, ciudadanos alemanes, y específicamente resaltaba las «actividades peligrosas» del periodista y boxeador Francisco A. Pérez, más conocido como «Mamatoco.» El mismo que en marzo de 1934 había derrotado con una contundente izquierda al boxeador Trinitario Bill Scott, en el salón Olimpia de Bogotá y que había sido la gloria del boxeo en el país.

¿Pero por qué un boxeador era una amenaza para el gobierno nacional y para los intereses de Washington? El misterio rodeó el asunto mucho tiempo, porque en realidad «Mamatoco» nada o poco tenía que ver con asuntos políticos. Se sabía que era un ex-agente de policía y su única actividad sospechosa era una labor periodística, casi que sindical, donde en un semanario titulado «La voz del pueblo» y con la ayuda del poeta Rafael Tamayo, tronaba contra la institución policial por «la escasez e inservibilidad del vestuario, la pésima alimentación, las demoras en los pagos, los bajos sueldos, el no reconocimiento de las primas, la falta de atención médica, los despidos injustos, el trato abusivo y discriminatorio con los oficiales y agentes y otros motivos.»

Esta denuncia semanal le granjeó enemistades de grueso calibre al pugilista entre el cuerpo policial, pero, por otro lado, ganaba la simpatía de los policías que sentían que una voz estaba a favor de ellos, ya que el mismo «Mamatoco» había sido entrenador deportivo dentro de la institución. El único caso en el que se vio involucrado con un tema político (y que solo es mencionado por los historiadores Silvia Galvis y el cronista Alberto Donadío) fue en 1941, dos años antes de que lo asesinaran, cuando frente al tenso clima político de mítines, golpes de estado y rumores, fue interrogado junto al general Eduardo Bonito (quien era sospechoso por una intentona) sobre una presunta conspiración contra el gobierno.

Por esta «amistad peligrosa» se convirtió en un sospechoso, y sin ton, ni son, fue encarcelado algunos meses, dando motivos a la prensa para ridiculizar el asunto, y nombrar el caso como: «la conspiración de Mamatoco.» Los medios de comunicación conservadores, encabezados por Laureano Gómez, buscaban cualquier pretexto para atacar al gobierno Liberal de López Pumarejo, pero sería el propio «Mamatoco» quien se burlaría de las acusaciones del gobierno que nunca fueron sustentadas, componiendo un soneto irónico y jocoso:

En el recinto del Senado se oyó una voz sonora
 […] el ministro dijo,
«es que ahí está Mamatoco que nos vuelve locos.»

Sería entonces con el pasar del tiempo, (aunque el auge y caída de Mamatoco fue rápido), que las simples denuncias, que parecían una sencilla inconformidad con la institución policial, evolucionarían a publicaciones semanales más puntuales y políticas con temas afines a la corrupción, apropiación indebida de fondos y otras ilegalidades del Gobierno de turno.

El descontento con una institución represora del gobierno se convirtió rápidamente en un descontento general en la sociedad, y cada una de las actividades de Mamatoco se asociaban con rumores extraños, como por ejemplo, que el boxeador pertenecía a un grupo de conspiradores que actuarían en cualquier momento en contra del gobierno de López, además de fascista comprometido y militante en la causa del populista Jorge Eliecer Gaitán, y que sin temor alguno decía: «Yo soy un predestinado, que quiere redimir al pueblo de la coyunda de los oligarcas del dinero» y «Yo propongo luchar por el pueblo y para el pueblo.»


La caída del predestinado

Y precisamente cuando «Mamatoco» empezaba a crear ola política en Colombia, a generar resquemor y especulación social, el 15 de julio de 1943 fue encontrado asesinado en el parque Santos Chocano del barrio la Magdalena, hoy calle 39 con carrera 15 en Bogotá. Primero se pensó que su deceso había sido causado por una riña de cantina, pero después se comprobó que había recibido diecinueve puñaladas a mansalva y por la espalda.

La consternación fue general, e inmediatamente se contrató al reconocido investigador, Enrique Vargas Orjuela, que había resuelto otros casos con éxito y por quien se había popularizado el adagio de «Averígüelo, Vargas», pero tiempo después fue reemplazado por un nuevo funcionario, comisionado por el Gobierno bajo la resolución No. 722 de 1943, que concluiría el caso bajo la afirmación de que tres miembros de la Policía Nacional, el teniente Santiago Silva y los agentes, Oliverio Ayala Azuero y Rubén Bohórquez, habrían confesado puntualmente el crimen.

Sin embargo, otras investigaciones más profundas no lograron establecer los verdaderos autores intelectuales del asesinato, y así los autores materiales fueron condenados, aunque un par de años después se fugarían de prisión en el famoso evento del 9 de abril, más conocido como «El Bogotazo». El FBI intentando calmar los ánimos en Colombia, notificó en un informe del Departamento de Estado en julio 22 y agosto 19 de 1943 que los policías implicados habían actuado por decisión propia para granjearse el aprecio de sus superiores, y que tras infiltrarse en una de sus reuniones, decidieron citar en un parque al boxeador para asesinarlo.

Sin que nadie estuviera satisfecho con la investigación, (por la reinante tensión entre Godos y Liberales), y al no establecerse el porqué del asesinato, se crearon especulaciones de las más diversas. El periódico «El Siglo», la principal tribuna periodística de opinión de los conservadores, afirmaría que lo habían matado para silenciar una voz que estaba destapando la podredumbre del régimen de la familia presidencial. De aquí surgió el interés del periódico por afirmar que tal asesinato no era un hecho aislado ni casual, sino un crimen de Estado. Y esta es la razón de por qué Laureano Gómez, como redactor en jefe del periódico, ordenó que diariamente apareciera la famosa pregunta «¿Quién mató a Mamatoco?»

Sobre esta historia criminal y polémico caso, hay por lo menos cinco hipótesis sobre la muerte del periodista y boxeador costeño:

  • Se habló de la muerte de un carabinero en el Parque Nacional luego de que este sorprendiera al hijo del presidente –el que también fuera luego presidente, Alfonso López Michelsen– con una dama dentro de un automóvil. Supuestamente enterado de este hecho, «Mamatoco» habría sido asesinado para evitar su divulgación.
  •  Que uno de los hijos del presidente mandó a matarlo porque este lo hizo objeto de chantaje exigiéndole dinero a cambio de guardar silencio y no denunciar en su periódico una aventura amorosa del hijo del presidente con una distinguida señora, esposa de un alto funcionario de gobierno.
  • Que «Mamatoco» fue asesinado porque planeaba denunciar en una futura edición de su periódico, «La Voz del Pueblo», algunas anomalías internas en el gobierno de López Pumarejo.
  • Que altos oficiales mandaron a matarlo porque estaban incómodos con las denuncias de irregularidades institucionales que Francisco A. Pérez hacía en su hoja semanal «La Voz del Pueblo.»
  •  Que «Mamatoco» simpatizaba con los alemanes nazis asentados en la costa colombiana y en la capital, para intentar un posible golpe de Estado junto con las inconformidades del general Eduardo Bonito. Anticipándolo todo, el FBI lo mandó a asesinar, pero el caso se salió de las manos del gobierno.

Que cada uno saque, pues, su propio camino de investigación, y deducción, porque si algo nos enseña la historia es que esta se compone de historias y que, si removemos una tilde o una coma, toda ella enloquece. El caso del asesinato del periodista y deportista Francisco A. Pérez es un evento más de nuestra historia nacional, que da indicios sobre una posible génesis de impunidad e injusticia que se da desde las instituciones políticas y entre los juegos de poder en el país. Su muerte como periodista no es de las primeras registradas en Colombia, pero sí es significativa en cuanto cumplía con el requisito de comunicar la verdad, es decir, prender la luz que desvelaba los lugares oscuros de la administración de su tiempo.

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