El público, el público, como le dijo García Lorca a un chapero mientras se escondía en un zaguán, no se equivoca nunca, nunca, nunca ¿y por qué no se equivoca nunca? porque entiende.
Roberto Bolaño
Un sociólogo dramaturgo
“Maneras de renunciar. Elogio de mudos, rudos, ausentes y cansados” (2017), el nuevo libro del joven César David Salazar, es una compilación de ensayos que versan sobre literatura, familia, deportes, música, política y teatro, escritos en tres claves: la renuncia, la brevedad y la futilidad de la existencia. Un trabajo que gracias a su claridad textual, y al estilo sentido de su prosa, se hizo merecedor de un premio de la Convocatoria Municipal de Estímulos del año pasado, emitida por la Secretaría de Cultura de Pereira.
Una premiación que resalta a César David como ensayista, aunque su nombre ya sea reconocido en la escena artística de Pereira, pues es un sociólogo que no elabora teorías políticas, o es asesor de la alcaldía en temas urbanos, ni anda por ahí citando a Weber, a Spencer, o a Bolívar Echeverría, sino que hace teatro.
Dramaturgia pura y dura como vocación, que justifica y defiende en una conferencia de largo aliento dictada en la Universidad de Caldas el 6 de mayo del 2016, titulada: “El teatro no es instrumento de nada: de la ficción teatral como política y la política como ficción”, que luego preparó y compiló como ensayo dentro del libro “Maneras de renunciar” y esto, sin duda, a modo de intento de formar un canon artístico para sí, pues como él mismo afirma:
«Un ensayo de cualquier extensión se escribe, ante todo, creo yo, para confrontarse uno mismo éticamente».
Además, por supuesto, de ser un subtítulo demasiado extenso, igual que los argumentos que esgrime allí para intentar aplacar a un público chungo que aún no parece entender que en este país la gente estudia un asunto y se gana la vida haciendo otro distinto a lo impreso en el diploma.
Así es que, desde la profesión de director de Cicuta Teatro y Sala Estrecha, un espacio cultural de la ciudad, se arroja a otra disciplina como lo es la ensayística. Reúne sus escritos elaborados con la paciencia de un santo, los titula y luego envía a la Convocatoria Municipal de Estímulos de la Secretaría de Pereira y gana. Lo cual fue una buena decisión, y ¡enhorabuena! sin embargo, también es un hecho que lo pone de cara al lector risaraldense y delante de la crítica, pues toda obra en el departamento es para posicionarse dentro de lo que podría ser a futuro un canon literario pereirano.
Empezando la renuncia
“Maneras de renunciar” inicia con el llamado Prólogo Doméstico, que delibera sobre asuntos íntimos en vez de la obra en sí, pero esto no es en ninguna forma un hecho fortuito o casual. Se trata de un diagnóstico casi confesional de sus relaciones familiares, especialmente con su madre, y su nodriza, pues el padre desaparece en un momento especifico, para reaparecer más adelante dentro del ensayo solo como un recuerdo vivo entre él y su hermana, cuando aún estos siendo unos críos, les aconsejaba leer, leer, leer, antes que todo.
Un buen consejo, por supuesto, aunque también un desplazamiento edípico inicial que deja el “yo” desnudo e independiente del autor frente al drama (en sentido estético) que subvierte dentro de todo el libro, pues no es difícil inferir que los autores que cita, los novelistas a los que recurre, la pasión con la que escribe, es ahora su paternidad, su autoridad, que entre otras cosas no lo exime de que “Maneras de renunciar” tenga cierto aire de melancolía familiar, de resignación ante la vida, y un serio mutismo de indiferencia frente al destino y la soledad. Esa misma soledad que es buena en la juventud, pero mala en la vejez.
Ahora, esta primera observación no es tan trascendente si nos enteramos que estamos delante de la segunda obra premiada del mismo autor (la inicial fue: “La Herencia y la impostura” 2013) curiosamente bajo la misma categoría de ensayo literario, lo cual lo pone (para análisis, o comprensión) en la lupa del escrutinio de la crítica en la ciudad. ¿Dos hits y nadie ha visto cómo batea?
Entonces, a César David Salazar, bogotano de nacimiento, pero que ha hecho su vida y obra en Pereira, hay que leerlo despacio en este nuevo libro para intentar descifrarlo, pues adrede o no, (he aquí un punto de inflexión) usa varios paréntesis textuales que rompen la linealidad argumental de todos sus ensayos.
Asunto que podría pasar desapercibido para un lector promedio. No así para un lector atento que entiende que en el arte de elaborar ensayos existe la impronta de que no solo sobresalga el autor gracias a su capacidad intelectual expositiva, sino que la calidad de la obra se sostenga dentro de su misma estructura. Hablando en términos de estilo y forma, un buen ensayo se reconoce porque delimita el tema, elimina la eiségesis y por supuesto, hilvana los argumentos con maestría desde el inicio hasta el final, captando la atención del lector, y evitando, a toda costa, las disruptivas o disgresiones.
¿Existe una ensayística en la ciudad?
Pero, para ser ecuánime, es necesario preguntar ¿existe una cultura del ensayo en Pereira? Una cuestión, sin duda que se puede indagar, ya que, si este género tiene una tradición, cómo evitar confundirlo con una “sociología del texto”, o mejor, cómo prevenir el error de relacionar autores dentro de una reflexión que den como resultado una mera psicología literaria.
Y siendo honestos, realmente honestos, es una verdad que, para el verdadero escritor, o esteta, no existe el público ni el señor a quien halagar, solo existe el mundo, y ni aún eso: existe su mundo.
Pero no hay que convertir el asunto en un tema solipsista, César David ha escrito algo sentido, y como tal se ha expresado recurriendo a la universalidad de ciertos autores importantes en su vida: Robert Musil, Herman Melville, Roberto Bolaño, Peter Handke, entre otros, y sea este libro una colección de ensayos literarios o no, igual optó por la categoría y los jurados, Christian Cárdenas, Julián Chica y Jorge Mario Ochoa, al escoger, supieron delimitar la frontera entre el César David hombre de arte, y el César David, ensayista. Por el momento no hay nada más que agregar.
Ya que lo cierto es que no hay ensayos puros, y el autor, que uso el seudónimo de «Agustín Kabezakhabla» para seleccionar estos ocho textos compilados bajo este título ha optado, entre lo extenso y lo intenso, en temas literarios, por lo breve, es decir, exponer sobre las novelas cortas que leyó en su infancia, o en épocas de universidad y que, le dejaron ciertas impresiones que ahora a sus 33 años usa como material para sus experiencias narrativas.
Haciendo la salvedad, que este no solo recurre a un aparato teórico para hablar de literatura sino también a personajes deportivos de talla nacional como Nairo Quintana, O Rigoberto Urán; y no solo deportistas, también músicos como los Ramones; y no solo bandas de punk, sino obras de teatro en general, en fin, de otros asuntos que parecen gritar al unísono:
«Vanitas vanitatum omnia vanitas».
Leer, leer, leer
En estos tiempos, ninguna otra ciudad circundante produce y lee libros con tanta vehemencia como Pereira. El estado de la literatura local es bueno. ¡Óptimo! si fuera mejor incluso me daría miedo. Sin embargo, me tranquilizaré. No es bueno para nadie un ataque al corazón en este momento.
Por eso “Manera de renunciar” es una novedad entre otras, que no pasa desapercibida, aunque los ensayos contenidos en esta obra sean inclasificables, pero contengan la Vita Ipsa del autor en todas sus expresiones.
Hay varios “clics” que suenan en cada pieza si se lee con juicio, como si fueran estos las claves que necesita un ladrón para intentar abrir una caja fuerte con un estetoscopio o el tam tam emitido por un tambor africano. Solo finalizo diciendo lo que dijo Charles Péguy, otro ensayista, sobre el acto de leer, aunque usara en esta cita una mecánica vibrante, una prosa inconsútil, que, aunque arbitraria, se nos presenta sumamente sugestiva delante de “Maneras de Renunciar” de César David Salazar:
No debiéramos nunca dejar de ser lectores; lectores puros, que leen por leer, no para instruirse, no para trabajar… que por una parte sepan leer y por otra parte quiera leer, que lean una obra simplemente por leerla y recibirla, para alimentarse de ella, para nutrirse de ella como de un alimento inapreciable, para crecer, para hacerse valer interiormente, orgánicamente, no para trabajar con ella, no para hacerse valer socialmente en el siglo; y también hombres, hombres en fin que sepan leer, y ¿Qué es leer?. Es decir, entrar en algo.
Una responsabilidad que tenemos de leer a los autores pereiranos, con la convicción feroz de que la existencia en desarrollo de la obra depende de ella, es decir, si «Maneras de renunciar» son ensayos literarios o no, lo realmente importante es la colaboración mutua, íntima, singular, con la obra, que ha obtenido un logro, una realización, que partió de la lectura del autor, luego de los jueces, y por último de nosotros los críticos.
Una responsabilidad que se nos presenta, sin que en ninguna forma podamos usar manera de renunciar a ella. Leer, leer, leer…
¡Genial!
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